La verdad se ‘refugia’ bajo tierra.
Hace ochenta años, en estas fechas, la locura se había instalado en España y en nuestra ciudad, desde aquel 18 de julio fatídico, habían ocurrido ya demasiadas cosas: El linchamiento del Chipé y el posterior arrastre de su cadáver por las calles de la ciudad. Los primeros combates en el Arsenal para reducir a la base de submarinos que se había unido al alzamiento. El encarcelamiento masivo en el buques España Nº3. La quema de las iglesias y de la Catedral. Ejecuciones de oficiales en los cruceros Cervantes y Libertad. El traslado desde Alicante de casi 400 prisioneros del Buque Sil al España Nº3. Y los primeros bombardeos aéreos de la ciudad, de los 117 sufridos por nuestros paisanos.
A partir de septiembre, las reservas de Oro del Banco de España están guardadas en La Algameca, La República está dispuesta a embarcar el oro para la compra de armamento, los nacionalistas están dispuestos a que esto no ocurro y los ataques aéreos se intensifican. Ha llegado el momento para la población, de buscar refugio a la lluvia de bombas enemigas y metralla amiga.
Frenéticamente se empiezan a excavar refugios para poder dar seguridad a un pueblo que aún no termina de creerse todo lo que está ocurriendo, un pueblo que se resiste a abandonar su vida, su trabajo, su tierra. Pero el día de San Gonzalo, para celebrar su onomástica, Queipo de Llano siembra de horror y muerte nuestras calles con uno de los mayores bombardeos de la Guerra, el de “las cuatro horas”.
El éxodo a los campos fue grande, aunque mucha gente permaneció en la ciudad y otra mucha pasaba el día en ella. Para toda esta gente era necesaria la construcción de los refugios, que continuó sin tregua.
Hoy en día este periodo de nuestra historia lo podemos “sentir” en el centro de interpretación de la Guerra Civil. Y digo sentir, porque realmente es para sentirlo, cualquier parecido con la realidad en este centro de interpretación es pura casualidad.
“Se ha puesto en valor” un antiguo refugio que no llegó a acabarse hasta más de 70 años después de acabada la contienda. A las paredes de roca viva de mala calidad se las cubrió con mallazo de hierro y cemento, y el suelo de tierra fue acondicionado con tablas de madera, a esto se le dotó con un fondo museístico a todas luces pobre e insuficiente, la inversión en esta versión de nuestra historia no debió de ser grande. No así la inversión que se hizo en este centro de interpretación y en otros como el Fuerte de Navidad, a la hora de acondicionar y “actualizar” el entorno. Este ha sido uno de los grandes males de nuestro patrimonio: “La firma de autor” que se lleva los recursos económicos, para construir cosas nuevas que nada tienen que ver con lo que pretenden “poner en valor”
Realmente debió de costar más la fachada tipo rompeolas y el ascensor tipo grúa de la construcción que acondicionar la antigua galería para que pueda servir de museo de la Guerra Civil, museo de la minería o de Zambra gitana.
La innecesaria pasarela de hierro oxidadizo y el mamotreto de bloques de cemento delante del Fuerte de Navidad, se llevaron el presupuesto para reconstruir la desmochada y aún hoy en ruinas Torre de Navidad.
Pero volvamos a nuestros refugios, lo triste de todo esto es que a muy pocos metros del escaparate de nuestra cultura que nos han revelado, están los auténticos refugios, una obra de magnitudes que cuesta mucho imaginar a la vista de lo que tenemos a la vista.
Hace muchos años en compañía de un amigo visité estos refugios de la calle Gisbert, naturalmente de forma clandestina. Ahí se podía sentir la historia. Recuerdo que era una sucesión de bóvedas paralelas atravesada por otras bóvedas paralelas entre sí, que formaban unos pilares cuadrados de planta, y que tenían posiblemente unos cuatro metros de lado, todos estos pilares estaban circundados de bancos corridos, todo era de hormigón enlucido, bancos, paredes, bóvedas y suelos.
La planta del refugio se trataba de un cuadrado que podría tener unos 60 o 70 metros de lado. En el lado opuesto a la entrada, a la derecha y junto a un amplio pasadizo medio inundado que llevaba hasta la calle Cuatro Santos, había una escalera de unos diez metros de anchura, tipo escalera real que subía en círculo a un segundo piso, de igual tamaño y características que la planta baja. Y sobre esta existe una tercera planta, esta excavada en la roca y que posiblemente no se llegó a terminar, al igual que el actual “refugio”
No cuesta imaginarse, una vez dentro de este refugio, las presencias de las 5.000 almas que en silencio y en la penumbra del cemento gris, compartían apiñados su miedo y su destino.
En cuanto al fondo museístico de la historia a la que nos dan acceso en este centro de interpretación… nada del España Nº3, nada del Jaime, nada del Oro de Moscú, nada de la fábrica de municiones, nada del Baleares, nada del José Luis Diez, nada de nuestros submarinos, nada de aquel marzo del 39, castillo de Olite incluido, nada del penúltimo parte de guerra. ¡Nada! ¡Que por aquí apenas pasó la guerra!
En Daphne creemos que esta joya oculta y olvidada, debe cobrar vida y hablarnos con claridad de aquellos sucesos. Por eso vamos a solicitar una visita a estos refugios, a ser posible con personal de nuestro Ayuntamiento, para comprobar su estado, tomar medidas, fotos y videos de esta construcción histórica, con el fin de elaborar un informe que permita incoar como Bien de Interés Cultural (BIC) a uno de los mayores refugios antiaéreos de la ciudad y posiblemente, uno de los mayores de España. Una vez se consiga esto, animaremos a que se cuente la verdadera historia de nuestra guerra, sabedores que doctores tiene la Iglesia y cronistas Cartagena.
San Julián, ¡el último castillo!
Hay veces en que ser el último, lejos de no ser bueno, te puede dar un sitio en la historia. Aunque de ficción ¿Quién no recuerda al último mohicano? Y más cercano a nosotros, aunque quizás menos conocida y por supuesto poco valorada –eran españoles- la gesta de los héroes de Baler, “los últimos de Filipinas”.
Hoy subimos a uno de los cinco castillos que tiene Cartagena. Si, ha leído bien ¡cinco! Ya sé que hay muchas ciudades que tienen su castillo. Las hay también con dos. Algunas –pocas- tienen hasta tres castillos. Cuatro ya es muy difícil de encontrar. Pero ciudades con cinco castillos…
Cada castillo de Cartagena tiene una historia que contar, aunque hayamos dejado que se vacíen sus estancias, se agrieten sus muros, se llenen de maleza sus patios de armas y lo que es peor, hayamos ignorado los hechos que constan en sus hojas de servicio.
El castillo de San Julián, situado a 260 varas de altura, o lo que es lo mismo 298 metros, el que a más altitud está construido. Pasa por ser el último castillo defensivo que se construyó en Europa, realmente tardó tanto en edificarse que se acabó construyendo sin saber para qué, ni por qué, tal vez solo porque había que terminarlo.
Desde antiguo se utilizó la altura del monte como atalaya para vigilar la llegada de enemigos, ya fuesen corsarios de Berbería, ya fuese el inglés. Y precisamente fue el inglés, en 1706, cuando Cartagena tomó partido por los Austrias en la guerra de sucesión, quien construyó la torre circular, que dentro del castillo ha llegado hasta nuestros días.
Con los años se fueron proyectando defensas en torno a esta torre, estableciendo baterías provisionales de cañones. Aunque desde 1795 el ingeniero Ordovás presenta varios proyectos para la construcción de un fuerte autónomo.
La necesidad de este fuerte, la pone de manifiesto en 1801 el ingeniero militar Manuel Caballero, quien llama la atención sobre la defensa de las baterías de costa del frente izquierdo, Trincabotijas y Santa Ana, así como la bahía de Escombreras y el puerto de Santa Lucía. En 1808, durante la Guerra de Independencia, todas estas recomendaciones del señor Caballero fueron tomadas en cuenta, estableciendo órdenes para que 700 hombres defiendan la posición.
Sin embargo los franceses hubieron de esperar 15 años para ollar el suelo del castillo, fue tras la rendición con condiciones del general Torrijos a las tropas de los Cien mil Hijos de San Luis. Aquí terminó el trienio liberal y comenzó una de las décadas más oscuras de la Historia de España.
En 1844, el castillo, que aún era de carácter provisional, fue tomado nuevamente, esta vez a punta de bayoneta por las tropas del Gobierno.
Durante el Cantón, como venía siendo costumbre entre los sublevados, se le cambia también el nombre a esta fortaleza, como a casi todo, dándole el nombre de un poeta fusilado en la cárcel de Ibi en 1869. Así podemos leer: “La Junta Soberana de Cartagena en su sesión de anoche, acordó por unanimidad, y á propuesta de los dignos defensores del castillo de San Julián, que dicho castillo se denomine en lo sucesivo de Froilán Carvajal, en conmemoración del sacrificio de este mártir en defensa de la federación española.
Salud y federación.
Cartagena 9 de Setiembre 1873.”
Dos meses más tarde, en el segundo día de bombardeo total e indiscriminado de los centralistas sobre la población de Cartagena. En concreto el 27 de noviembre, el gobernador del castillo muere al reventarse uno de sus cañones.
Y por fin, después de casi dos siglos, en 1883 el castillo de San Julián es acabado, mas por acabar lo ya empezado que por su utilidad, ya que hacía tiempo que no se había construido ningún castillo defensivo en Europa, pasando el de San Julián por ser el último castillo construido en el continente. Se le dota con grandes piezas de artillería “moderna” que son subidas con las fuerzas de multitud de penados.
No solo vio este castillo, nacer la Primera República de todos los españoles, y poco más tarde la primera y única República Federal Española, vigente por unos pocos meses, solo en Cartagena, sino que fue donde se parió muerta una segunda república en 1886.
En efecto, los cartageneros no siempre hemos sido tan abúlicos y complacientes con la situación establecida. Así a principios de enero de 1886, durante la noche, un grupo de ciudadanos toman el castillo enarbolando la bandera cantonal, la roja. Al alba se disparan sus cañones esperando respuesta de otras guarniciones, pero no la hay, los han dejado solos.
De anochecida, llegó el general Fajardo con un destacamento a las puertas del castillo, y de modo campechano intentó con aire conciliador que los allí encerrados depusieran su actitud, pero una descarga de fusilería fue la respuesta, cayendo herido el General y emprendiendo la huida los insurrectos, entre los que se encontraban Antonete y su hijo. Según biógrafos del murciano, él era -cómo no- el cabecilla de esta, su última aventura. Sin embargo, sí fue la última aventura de un obrero de la Maestranza (El Arsenal) que lejos de huir, volvió a Cartagena a responder de sus actos. Manuel Bartual acabó ejecutado tres meses más tarde junto a un compañero, a un tercero se le perdonó la vida por ser muy joven. La resistencia a la tortura y el silencio, como respuesta de Bartual en los interrogatorios, que buscaban hacerle delatar a sus compañeros, fue incluso elogiada.
También fue la última aventura del general Fajardo, a quien tres días después de caer herido, hubo que amputarle la pierna herida, devorada por la gangrena, Fajardo rechazó el cloroformo, pero este esfuerzo no sirvió para salvarle la vida, falleciendo 15 días después.
En la esperpéntica España del 98, dado que estábamos en guerra con Estados Unidos y ante un posible ataque, se refuerza el castillo. Desgraciadamente el 20 de mayo, estallan 13.000 kilos de pólvora que estaba allí almacenada, causando 11 muertos y 62 heridos, así como la destrucción de parte del edificio.
En enero de 1909, y dado que es el castillo que a más altura está, se le coloca la primera antena de radiotelecomunicación. Esta, con motivo de la visita de Alfonso XIII a Melilla y poder estar comunicados con la ciudad africana. Y a finales de ese mismo año se realizan las pruebas de la batería de obuses General Ordoñez, situada junto al castillo. Que pasará a perder importancia estratégica para convertirse en alojamiento de los servidores de la batería y más tarde en penal de oficiales.
En 1982, el teniente coronel golpista, Antonio Tejero es condenado a cumplir su condena en este castillo, el guardia civil llegó a Cartagena y quedó confinado por un tiempo en la prisión naval de Lo Campano, a la espera de ser trasladado a la antigua prisión de oficiales, pero se desestimo hacerlo por no encontrarse en condiciones.
El abandono de las instalaciones por los militares, era cuestión de tiempo. En 1991, como contestación a una pregunta de un diputado en el Congreso, leemos: “La Gerencia de Infraestructura de la Defensa lleva a cabo actualmente conversaciones con el Ayuntamiento de Cartagena con vistas a la inclusión en un posible Convenio de la propiedad del Castillo de San Julián.
Madrid, 24 de enero de 1991
-El Ministro, Virgilio Zapatero Gómez.”
Sin embargo y aún a pesar de las expectativas el Castillo no pasaría a manos del ayuntamiento de Cartagena sino a las de Telefónica, que con dos privatizaciones, una en 1995 y otra en 1999 pasó a ser, de una empresa pública a privada, y con ella el estatus quo del Castillo que pasó a ser de público a privado.
En 1995 mediante un convenio del Ayuntamiento de Cartagena con Telefónica se dota de iluminación monumental al Castillo, aunque no duraría mucho, tampoco durarían mucho las puertas cerradas del castillo y con esa apertura de puertas vendría la entrada de vándalos y expoliadores, que unido al abandono y falta de mantenimiento hace que el deterioro progresivo se haya acelerado en estos últimos años, aunque en la página oficial del Ayuntamiento de Cartagena nos describan el castillo y su estado de la siguiente manera
“Es el castillo de Cartagena con mayor altitud y el más moderno, siendo de estilo neoclásico ecléctico de la Escuela Española algo afrancesado. Doble entrada y puerta elevadiza. Durante la guerra de Sucesión, los ingleses al mando del Almirante Lake tras la conquista de Cartagena construyeron la torre cilíndrica de San Julián, hoy en el interior del Castillo, que venía fortificándose desde la segunda mitad del s. XVIII.
Objetivo: Defender la cumbre del monte de San Julián para evitar que fuera utilizado por el enemigo y dominar la bocana del puerto.
Se encuentra en excelente estado de conservación.”
Por su parte Telefónica, propietaria del castillo colabora con programas culturales de gran importancia, como el museo Reina Sofía o la digitalización de documentos con la Biblioteca Nacional de España.
Por su parte Telefónica, propietaria del castillo colabora con programas culturales de gran importancia, como el museo Reina Sofía o la digitalización de documentos con la Biblioteca Nacional de España.
Así mismo mantiene el Museo de la Fundación Telefónica en Madrid, el Museo de las Telecomunicaciones de Canena (Jaén), el Museo Profesor Joaquín Serna de Historia de las Telecomunicaciones ETSITUPM Madrid, el Museo de las Telecomunicaciones EUITT – UPM en Madrid, el Museo Didáctico de las Telecomunicaciones en La Coruña, el Museo de las Telecomunicaciones UPNA en Pamplona, Museo San Telmo en San Sebastián y el Museo Postal y Telegráfico en Madrid
Y sin embargo en nuestro castillo, tan solo invierte poblándolo cada día de más antenas y en su mantenimiento. Olvidando la Ley, no solo la que le obliga como propietaria de un BIC a mantenerlo en condiciones y mostrarlo públicamente, sino también la Ley, en el árticulo 19 punto 3 de la Ley de Patrimonio histórico de 1985, (anterior a las actuales antenas)
“Queda prohibida la colocación de publicidad comercial y de cualquier clase de cables, antenas y conducciones aparentes en los Jardines Históricos y en las fachadas y cubiertas de los Monumentos declarados de interés cultural.”
Naturalmente y como no podía ser de otra manera, DAPHNE ya ha denunciado este hecho y pedido a la DGBC de la CARM que inste al propietario para la retirada de las antenas y la limpieza y consolidación del monumento.
¡Es tuyo! ¡es! Mío! ¡Es de todos! Comencemos a merecérnoslo, todo empieza por conocerlo, amarlo y no perdonar la desidia y el abandono a que nuestro patrimonio parece condenado.
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