Sábado, Mayo 18, 2024
   
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Historias de Alumbres (XXI): Las aguas para consumo humano

La mayor parte del territorio ubicado al Sur del Puerto de la Cadena, y que comprende la comarca de Cartagena, Torre Pacheco, toda la Sierra Minera y el Mar Menor, está definido por la aridez, y caracterizado por un clima templado y seco de no más de 300 mm de lluvia anual, concentrada especialmente en las estaciones de otoño e invierno y algunas precipitaciones ocasionales en primavera, siendo los veranos largos y secos. Además es un espacio carente de ríos y las ramblas sólo conducen agua cuando llueve.

 

MANANTIALES, POZOS Y ALJIBES

El agua es imprescindible para la supervivencia del ser humano, pero en lugares donde lo más notable es su escasez, se hace necesaria una buena dosis de conocimiento del medio, para el mejor aprovechamiento de los recursos que la naturaleza pone a disposición de los pobladores del lugar.

En este rincón de la geografía española, el agua siempre fue un elemento tan necesario como codiciado, de manera que en tiempos pasados su búsqueda fue incansable, y se explotaron tanto los escasos manantiales existentes en la zona, como los pozos que el Concejo abrió para el consumo de las poblaciones, según las ordenanzas promulgadas por el Ayuntamiento en 1729, así como los que numerosos particulares abrieron en sus propiedades, además de la antiquísima utilización de los aljibes.

En Alumbres, hubo al menos, dos pozos concejiles, y ambos estaban situados en la orilla de la rambla, uno enfrente del actual local de la Sociedad de Fomento y Cultura Minerva, y el otro al final de la calle del Duque, y como en la mayoría de los pozos del pueblo, tanto municipales como de propiedad particular, el agua estaba relativamente cerca de la superficie, a no más de 10 o 15 metros del subsuelo, y con el paso del tiempo, este agua fue perdiendo calidad, tanto por su sobreexplotación como por la contaminación de éstos por los pozos negros, por lo que su consumo se fue limitando a actividades domésticas, y con la llegada del agua del Taibilla a las viviendas, los pozos se fueron tapando.

El aljibe es un depósito de almacenamiento de agua, de tradición muy antigua, especialmente la procedente de las lluvias, para lo que se canalizaban éstas en dirección al depósito con el propósito de su utilización posterior, aunque para el consumo humano no era la más apropiada si no se trataba adecuadamente.

Las fuentes y los manantiales es otro recurso que pudieron utilizar los pobladores alumbreños. La Fuente del Comino que estaba en la falda del monte Calvario, en el camino del cementerio, era el lugar más cercano, y en períodos de sequía, dicen los más viejos del lugar que se podía estar haciendo horas de cola para recoger un poco de agua para la casa.

La Fuente de la Peraleja era otro lugar de donde se podía conseguir el agua para beber, y estaba situada en el paraje que se conoce por ese nombre, al pie del Cabezo de las Cuneras.

También estaba la Fuente de María la Boa, cerca del Huerto de San Pedro.

Por el precioso y añorado barranco del Canalote, situado entre el Pico de la Miguelota y el Cabezo de las Cuneras, más o menos a un kilómetro y medio del pueblo, discurría un arroyuelo al que se iba a proveerse de agua para beber y a lavar la ropa. Pero además era el lugar elegido por la mayoría de alumbreños para ir a merendar el día de la Candelaria.

 

También se podía ir al Pozo del Rufo situado en la Parreta, aunque siempre hubo quien prefería la comodidad y como se lo podía permitir, recurría al “aguador”, que vendía agua de forma ambulante por medio de una cuba trasportada por un carro y del que tiraba un animal.

 

EL PROYECTO DE LA FAUSILLA

En la sesión municipal del Ayuntamiento de Cartagena del día 4 de septiembre de 1931, se dio lectura a una moción “…para que se dote de agua a los vecinos de Alumbres, ya que existe a cuatro kilómetros del pueblo, detrás del llamado huerto de la Fausilla un manantial, hoy sin explotar, que arroja nueve metros cúbicos de agua potable, fina y excelente, y que para ello debe el Ayuntamiento adquirir una tubería y conducir el agua al indicado lugar”. Se aprueba por unanimidad.

 

Sin embargo, los habitantes de la diputación de Escombreras, a cuya demarcación pertenecía la Fuente de la Fausilla, se sintieron agraviados, y con fecha de 17 de marzo de 1932, elevaron una protesta al Ayuntamiento de Cartagena firmada por todos los vecinos en varios folios, porque según decían también necesitaban agua y desde mucho tiempo atrás, venían manteniendo disputas con el dueño de la finca por su derecho al aprovisionamiento de tan preciado líquido, y nunca habían tenido el apoyo de los concejales.

Después de la protesta de los lugareños de Escombreras nunca más se supo de la proyectada conducción de aguas de la Fausilla hasta Alumbres.

 

LAS AGUAS DEL TAIBILLA

El proyecto de dotar a Cartagena y su comarca de agua potable es antiguo, si bien empieza a tomarse en serio a partir del siglo XVIII, y especialmente desde finales del siglo XIX con la fundación de varias compañías de aguas, aunque es en 1927, fecha en que se funda la Mancomunidad de los Canales del Taibilla cuando se consolida un ambicioso y sólido proyecto, a pesar incluso de que la definición se estuvo retrasando por diferentes circunstancias hasta los años 40, y fue en mayo de 1945 cuando la Mancomunidad comenzó a dar servicio a la Ciudad Departamental y extenderlo por la comarca.

En reunión celebrada por el Comité Ejecutivo de la Mancomunidad el 22 de octubre de 1947, se adjudicaron las obras de la instalación del depósito de aguas en Alumbres y la conducción de éstas a Escombreras, a la Sociedad Entrecanales y Tábora.

Sin embargo, no sería hasta 1949, cuando el pueblo de Alumbres comenzara a utilizar las mencionadas y tan necesarias aguas. El 16 de agosto de ese año, coincidiendo con la festividad de San Roque, patrón del pueblo, tuvo lugar la inauguración del servicio de agua potable del Taibilla, cuyo memorable acto estuvo dirigido por una comitiva formada por el Alcalde de Cartagena, el Ingeniero Director de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla y la Comisión de Fiestas del momento, además del cura y el médico, como era obligado en esos tiempos.

Lo primero que se hizo fue una misa con toda la solemnidad posible, oficiada por el cura del pueblo y cantada por el Coro de la Caridad.

Terminada la misa, todo el cortejo acompañado de numerosos vecinos, se dirigieron a la plaza de la Iglesia donde se encontraba una de las fuentes públicas que habría de proveer de agua al poblado y tras ser bendecida por el cura y ejecutados los discursos de rigor, el alcalde abrió el grifo, dando por inaugurado éste. Posteriormente dirigieron sus pasos a la plaza de las Escuelas, cuyo grifo abrió el Director de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla, quedando abierto al público también.

Pero la fiesta comenzó el día de la Virgen, con la celebración de una batalla de flores que encabezaba una carroza representando una fuente como preludio de lo que habría de venir a Alumbres, detrás iba otra titulada “Mi barca”, a esta le seguía una que representaba un patio andaluz, y finalmente, de forma humorística desfilaba un carro con un depósito que decía “Adiós Alumbres no te volveré a ver más”, burlándose del carro del Tío Borete, el aguador, que durante mucho tiempo había estado surtiendo de agua a los vecinos a un elevado precio.

 

Carro de aguador

Tiempo después se dispusieron otros dos grifos en las casas del Portazgo, uno en la fachada lateral de la casa del “Molinero”, y otro enfrente de la tienda del “Bigotes”.

Durante la década de los ´50 se fue extendiendo la red de distribución de aguas por el pueblo y los vecinos pudieron disponer de agua del Taibilla en sus propias viviendas, mientras tanto, el agua se transportaba a las casas en cántaros de barro, a base de músculo unos y por medio de carretones otros, el caso es que nunca faltara agua en las tinajas de los domicilios.

Nota: Mi agradecimiento a todos los empleados del Archivo Municipal de Cartagena, que siempre me atienden con amabilidad y diligencia y nunca los menciono en mis escritos.

 

Carthagineses y Romanos: Reinventado un mundo

Ahora, cuando veo lo que está pasando, descubro que, sin lugar a dudas, ella tenía razón. Que había que intentarlo. Que había una salida.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi ciudad se derrumbaba, los militares partían hacia otros destinos, recuerdo edificios en llamas, recuerdo el temor a lo desconocido. Incertidumbre y miedo llenaban nuestros corazones mientras pensábamos que nuestra ciudad moría lentamente…Unos cuantos, inasequibles al desaliento estábamos allí. Lo veíamos. Teníamos que hacer algo antes del fin del mundo, de nuestro mundo.

Sé lo que estáis pensando. Pensáis que os hablo de las historia de Plinio y pensáis que soy uno de los antiguos. Pensáis que hablo de aquello que ocurrió hace 3000 años.

No.

Os hablo de ayer, de los noventa, de la crisis que cerró fábricas y comercios en Cartagena. Os hablo de cartageneros en la calle, de los bazaneros luchando en la carretera de la Algameca, de Riotinto a la entrada de la ciudad. Os hablo del olor y la nube oscura que cubría Cartagena las mañanas de verano.

Y entonces alguien tuvo una idea.

Porque Cartagena es especialista en fines del mundo. Ha vivido muchos fines del mundo: cuando llegaron los romanos, cuando vinieron los piratas, con el Canton, en la guerra civil. Y siempre que el mundo se acaba, Cartagena se levanta.

Era el momento del Ave fénix.

Carmen había encontrado unas “piedrecicas” de lo que resultó ser un magnifico teatro romano. En San José, en las obras de La Milagrosa, un panel de muralla y una cripta sorprendían a los cartageneros. El puerto quitaba las vallas desde las que se asomaba al mar nuestro submarino Peral.

Con la fuerza de un volcán, surgía la piedra como lava caliente dispuesta a incendiar nuestros corazones.

Era el momento y allí estábamos nosotros, los locos, y se nos ocurrió recrear el fin del mundo. El que nos contó Plinio el viejo en sus historias. Lo teníamos fácil. Tenía todos los ingredientes para ser una historia fantástica: Héroes, heroínas y reyes y princesas; codiciados tesoros y palacios. Dioses y lagunas embrujadas.

¿Crisis?¿qué crisis?. Llamamos a cada puerta, a cada casa, a cada comercio y en septiembre, el mes de la vuelta al cole y a la rutina, salimos a la calle.

Veo las fotos de esos primeros años y no puedo evitar sonreírme. El campamento hecho con tiendas de campaña en el parque de artillería y nosotros, con cuatro trapos, cinturones anchos, espadas forjadas en la bazán…

Aprendimos juntos. Aprendio Duly a hacer joyas y El Puche pasó de monederos y carteras a correajes y faldetas. Todas las maderas perdidas se convirtieron en escudos. Y llegó el campamento, cada vez más grande, cada vez más hermoso.

Lo recuerdo como si fuera ayer, porque en realidad lo fue.

Ahora nos veo, ruidosos y joviales, con los jóvenes pidiendo a gritos el relevo. Aprendiendo de nuestros errores y cometiendo errores nuevos. Oigo como si fuera ayer hablar de crisis y de locos que se van de fiesta “con lo que cae” y sé que, de nuevo, resurgiremos. Porque si de algo sabemos los cartageneros es de fines del mundo.

Y esos…los convertimos en fiesta y nos los bebemos con el asiático

 

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