Sábado, Octubre 05, 2024
   
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La verdad se ‘refugia’ bajo tierra.

Hace ochenta años, en estas fechas, la locura se había instalado en España y en nuestra ciudad, desde aquel 18 de julio fatídico, habían ocurrido ya demasiadas cosas: El linchamiento del Chipé y el posterior arrastre de su cadáver por las calles de la ciudad. Los primeros combates en el Arsenal para reducir a  la base de submarinos que se había unido al alzamiento. El encarcelamiento masivo en el buques España Nº3. La quema de las iglesias y de la Catedral. Ejecuciones de oficiales en los cruceros Cervantes y Libertad. El traslado desde Alicante de casi 400 prisioneros del Buque Sil al España Nº3. Y los primeros bombardeos aéreos de la ciudad, de los 117 sufridos por nuestros paisanos.

A partir de septiembre, las reservas de Oro del Banco de España están guardadas en La Algameca, La República está dispuesta a embarcar el oro para la compra de armamento, los nacionalistas están dispuestos a que esto no ocurro y los ataques aéreos se intensifican. Ha llegado el momento para la población, de buscar refugio a la lluvia de bombas enemigas y metralla amiga.

Frenéticamente se empiezan a excavar refugios para poder dar seguridad a un pueblo que aún no termina de creerse todo lo que está ocurriendo, un pueblo que se resiste a abandonar su vida, su trabajo, su tierra. Pero el día de San Gonzalo, para celebrar su onomástica, Queipo de Llano siembra de horror y muerte nuestras calles con uno de los mayores bombardeos de la Guerra, el de “las cuatro horas”.

El éxodo a los campos fue grande, aunque mucha gente permaneció en la ciudad y otra mucha pasaba el día en ella. Para toda esta gente era necesaria la construcción de los refugios, que continuó sin tregua.

Hoy en día este periodo de nuestra historia lo podemos “sentir” en el centro de interpretación de la Guerra Civil. Y digo sentir, porque realmente es para sentirlo, cualquier parecido con la realidad en este centro de interpretación es pura casualidad.

“Se ha puesto en valor” un antiguo refugio que no llegó a acabarse hasta más de 70 años después de acabada la contienda. A las paredes de roca viva de mala calidad se las cubrió con mallazo de hierro y cemento, y el suelo de tierra fue acondicionado con tablas de madera, a esto se le dotó con un fondo museístico a todas luces pobre e insuficiente, la inversión en esta versión de nuestra historia no debió de ser grande. No así la inversión que se hizo en este centro de interpretación y en otros como el Fuerte de Navidad, a la hora de acondicionar y “actualizar” el entorno. Este ha sido uno de los grandes males de nuestro patrimonio: “La firma de autor” que se lleva los recursos económicos, para construir cosas nuevas que nada tienen que ver con lo que pretenden “poner en valor”

Realmente debió de costar más la fachada tipo rompeolas y el ascensor tipo grúa de la construcción que acondicionar la antigua galería para que pueda servir de museo de la Guerra Civil, museo de la minería o de Zambra gitana.

La innecesaria pasarela de hierro oxidadizo y el mamotreto de bloques de cemento delante del Fuerte de Navidad, se llevaron el presupuesto para reconstruir la desmochada y aún hoy en ruinas Torre de Navidad.

Pero volvamos a nuestros refugios, lo triste de todo esto es que a muy pocos metros del escaparate de nuestra cultura que nos han revelado, están los auténticos refugios, una obra de magnitudes que cuesta mucho imaginar a la vista de lo que tenemos a la vista.
Hace muchos años en compañía de un amigo visité estos refugios de la calle Gisbert, naturalmente de forma clandestina.  Ahí se podía sentir la historia. Recuerdo que era una sucesión de bóvedas paralelas atravesada por otras bóvedas paralelas entre sí, que formaban unos  pilares cuadrados de planta, y que tenían posiblemente unos cuatro metros de lado, todos estos pilares  estaban circundados de bancos corridos, todo era de hormigón enlucido, bancos, paredes, bóvedas y suelos.

La planta del refugio se trataba de un cuadrado que podría tener unos 60 o 70 metros de lado. En el lado opuesto a la entrada, a la derecha y junto a un amplio pasadizo medio inundado que llevaba hasta la calle Cuatro Santos, había una escalera de unos diez metros de anchura, tipo escalera real que subía en círculo a un segundo piso, de igual tamaño y características que la planta baja. Y sobre esta existe una tercera planta, esta excavada en la roca y que posiblemente no se llegó a terminar, al igual que el actual “refugio”

No cuesta imaginarse, una vez dentro de este refugio, las presencias de las 5.000 almas que en silencio y en la penumbra del cemento gris, compartían apiñados su miedo y su destino.

En cuanto al fondo museístico de la historia a la que nos dan acceso en este centro de interpretación… nada del España Nº3, nada del Jaime, nada del Oro de Moscú, nada de la fábrica de municiones, nada del Baleares, nada del José Luis Diez, nada de nuestros submarinos, nada de aquel marzo del 39, castillo de Olite incluido, nada del penúltimo parte de guerra. ¡Nada! ¡Que por aquí apenas pasó la guerra!

En Daphne creemos que esta joya oculta y olvidada, debe cobrar vida y hablarnos con claridad de aquellos sucesos. Por eso vamos a solicitar una visita a estos refugios, a ser posible con personal de nuestro Ayuntamiento, para comprobar su estado, tomar medidas, fotos y videos de esta construcción histórica, con el fin de elaborar un informe que permita incoar como Bien de Interés Cultural (BIC) a uno de los mayores refugios antiaéreos de la ciudad y posiblemente, uno de los mayores de España. Una vez se consiga esto, animaremos a que se cuente la verdadera historia de nuestra guerra, sabedores que doctores tiene la Iglesia y cronistas Cartagena.

 

 

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