La función social del crédito y el banquero intuitivo
Los grandes bancos y todas aquellas entidades con capacidad de otorgar dinero a terceros, parecen haber dejado entre renglones, algo tan sencillo y originario como es la función social del crédito. ¿Y qué es esto de la función social del crédito? – Se preguntarán algunos – Como bien afirma el ex-banquero Mario Conde “equivale a sostener que el ahorro de una comunidad debe destinarse a la financiación de proyectos creadores de riqueza real y no a ser dilapidados en una inexistente, virtual y dañina riqueza financiera”. El dinero ha de crear dinero, traducido al Román más paladino.
Considero que dicha función es la nota diferenciadora para que el sistema financiero marche por el buen sendero. No podemos creernos que se otorguen caudales líquidos para irnos de viaje a las Bahamas, para comprar la televisión a plazos, para financiar suelo o para semejantes disparates de ese calibre y sin embargo se hace o por lo menos se ha hecho. Visto desde cualquier óptica, esto es erróneo y además perjudica al interés general, al ahorrador y al futuro emprendedor. Si el crédito se despilfarra, no se podrán realizar nuevos proyectos y sin éstos tampoco habrá nuevos empleos y mucho menos productividad y así, suma y sigue.
Al hilo de lo sintetizado anteriormente, quiero abandonar la teoría para contarles algo basado en la experiencia, en la práctica y que además sucedió en la calle Mayor de Cartagena hace ya la friolera de treinta años, antes de esta crisis y de la anterior. El ejemplo que os muestro a continuación sirve como paradigma para entender lo que trato de explicarles. Allí, en la oficina principal del Banco Popular, hubo un banquero intuitivo, de carácter templado y de reconocido prestigio en la marítima, que supo ser amigo de sus amigos. Me refiero al entonces director, Francisco Cerón, del que cuentan que siempre tuvo su puerta abierta para atender a todo el mundo, con independencia de su nivel de ingresos y de la clase social ostentada. Tanto es así que un buen día, la limpiadora y encargada de la limpieza de la sucursal, se acercó a él en compañía de su conyugue con la intención de pedirle 500.000 pesetas para montar una PYME, con la única garantía de ser personas muy trabajadoras y con la promesa cierta de que se lo devolverían pasara lo que pasara.
El buen hombre, consciente de la importancia de crear riqueza real, concedió el préstamo. Y a eso precisamente me refiero. A que gracias a gente inteligente y competente que sabe ayudar al prójimo para que éste a su vez ayude a otros, se crea riqueza para todos. Claro que la apuesta fue arriesgada, pero gracias a él hoy día esa sociedad mercantil da trabajo a unas cincuenta trabajadores y esas a su vez dan de comer en torno a ciento cincuenta más. Desgraciadamente, Francisco Cerón, ese generoso ser humano cuya única preocupación por levantar la economía de esta ciudad le llevó a ser duramente castigado, falleció hace unos años. Desde aquí mi pequeño homenaje a él y a su acertada apuesta, ya que no era tan equivocada como muchos creyeron.
De hecho, hoy día, los mejores economistas del mundo y algún que otro premio Nobel, reclaman que se de dinero a las empresas, aunque sea con menores garantías porque así y solamente así, el ahorro de una comunidad hallará el destino para el que fue concebido. ¡Gracias!