Jueves, Julio 04, 2024
   
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La Algameca Chica. Una creación popular digna de protección

Mucho se habla últimamente de los bienes materiales e inmateriales, y muchas son las expresiones que tienen tanto en la arquitectura, como la música, los artes y oficios, los ritos y tradiciones, etc. En la Comarca de Cartagena los encontramos en el arte modernista, en castillos y fortalezas, molinos de viento, el flamenco, las imágenes de semana santa, los restos romanos y en gran cantidad de manifestaciones culturales.

Encontrar rincones con encanto o valores culturales singulares y particulares, rarezas de difícil repetición en nuestro paisaje, es cosa harto difícil, así, dar con rincones donde se conserva la tradición, el paisaje y a la vez se desarrolla una importante belleza patrimonial es casi imposible. 

Por ello, considero que es obligación de las administraciones proteger estos espacios, y de las personas sensibles a la conservación de nuestra cultura el buscarlos, localizarlos y divulgar su existencia para que no perezcan víctimas de la a veces insensible globalización.

Pues bien, cuentan las gentes del lugar y demuestran historiadores como José Ibarra, así como crónicas de todo tiempo, que en el litoral oeste de Cartagena existe un poblado marinero que reúne los requisitos exigibles para dotarlo de  la protección necesaria que asegure su conservación para el uso y disfrute de generaciones actuales y venideras.

Se trata del poblado de La Algameca Chica; una creación de esas clases populares para las que todos los tiempos son difíciles y se enfrentan a ellos con envidiable eficacia y gran sabiduría. Esa capacidad innata del pueblo para sobreponerse a las miserias que les imponen las élites, y otras circunstancias sociales e históricas, dieron lugar a la fisonomía actual del paraje en cuestión.

Los datos apuntan a que su poblamiento se remonta  más de doscientos años en el tiempo, y así lo confirman los empadronamientos. Hubo en La Algameca actividad minera y yeserías, y tuvo, como todo lugar mágico su mito: “La Amalia” una hechicera de renombre en su época; pero si el paraje tuvo un uso popular desde que se produjo la ocupación militar del Puerto de Cartagena para el desarrollo del Arsenal y otros usos defensivos, fue el de lugar de baño y veraneo asequible para quienes se ganaban tras duras condiciones de vida y trabajo un tiempo de descanso que no por escaso y racaneado fuera menos merecido.

Me recuerda este lugar y sus gentes un estilo de vida, que si hoy resulta peculiar, no es tan distinto al que se daba en la Cartagena que conocí de crio, con el bullicio, el colorido de persianas en los balcones, la alegría de las relaciones vecinales, el olor a pulpo y sardina que se desparramaba por las calles San Cristóbal La Larga, Villalba, El Pozo, Macarena, Lizana, Saura, Alto, Montanaro, o Faquineto, antes que las políticas de especulación urbana tramaran su plan para derribar y borrar del plano  de la ciudad la Cartagena más castiza y popular.

Se adorna la Algameca Chica con el color del Mediterráneo lamiendo las barracas y la sombra de los pinos carrascos achaparrados por el aire marino, por el amarillo de aliagas y el blanco de los gamoncillos. Dicen quienes viven allí o más de cerca la conocen que entre el aparente desorden de barracas, escaleras, barandillas y embarcaderos; de la misma manera que se da  una armonía de colores en puertas y fachadas, todo tiene un encaje perfecto en el conjunto del poblado, y lejos de ser una comunidad desorganizada hasta el 90% de los habitantes se coordinan en la asociación de vecinos de la Algameca Chica.

En el imaginario colectivo tenemos una imagen de la Algameca  de lugar insalubre, de aguas sucias. En cambio este cachico de costa hace las delicias de la pesquera de la dorada, que acude a los cantiles a alimentarse de lapas, mejillones, erizos o cangrejos ermitaños; y en sus fondos prolifera la almeja real y unos pulpos de roqueo, que asados a la plancha en las terrazas de las barracas al caer la tardes de verano, mezclándose con el olor a salitre, ya supondrían un monumento nacional.

Con esto tengo bastante para decirle a quien me hable de la Ley de Costas, que "tenga cuajo" para empezar a exigir su aplicación desde una punta de La Manga y luego se vaya al litoral oeste y se dé una vuelta por La Azohía o Isla Plana. Quien me diga que son casas ilegales, que se dé una vuelta por el Campo de Cartagena, o que pregunte al gobierno regional desde cuando anda permitiendo lo intolerable en materia urbanística especulativa.

Habrá también quien me diga que es un poblado de chabolas sin haber leído nada de construcción tradicional en poblados marineros y quien me cuestione las condiciones ambientales de un lugar que a poco que nos lo propongamos podríamos convertir en un referente de gestión ambiental .Si, ya sé que es más difícil que derribar las barracas, pero como es mucho más ilusionante y más de justicia con sus gentes voy a reivindicar con la camotería poco ilustrada del pueblo llano que veamos en la Algameca la fotografía de un pasado que dibuja un paraje singular y único en el mediterráneo español, que podríamos echar de menos en el futuro.

Con el convencimiento de que quienes viven allí se han ganado el derecho a hacerlo y a hacerlo en paz y sin miedo a desalojos o derribos; reivindico la búsqueda de una figura que regularice el poblado y lo proteja junto a su entrañable forma de vida, siendo una obligación de las generaciones actuales legar a las venideras este bien de interés cultural. Se trata de un conjunto levantado  por el ingenio de las clases populares, también capaces de creaciones merecedoras del reconocimiento cultural y patrimonial del que ya gozan muchos palacios de gran pompa y boato levantadas con la facilidad del dinero que las élites económicas, sustrajeron del sudor de la frente de personas como las que levantaron la Algameca Chica.


 

San Ginés de la Jara: En busca de la memoria perdida

De todos es conocida la increíble riqueza histórica que atesoran las cuatro cofradías pasionarias de nuestra ciudad. Hablamos de esas mismas páginas cuya cronología parece perderse inevitablemente en el tiempo dejándonos entrever horizontes más lejanos de los que pensábamos hasta entonces.

Esta realidad, no lo dudemos, lejos de originar sanas rivalidades cofrades en busca la esencia más antigua, debemos traducirla en el orgullo de ser poseedores de una Semana de Pasión inigualable, legado excepcional del paso de los siglos y cómo no, de nuestros ancestros. Y es que sumar, no lo dudemos, es sinónimo de Interés Turístico Internacional...

Sin embargo, más allá de este universo existen en nuestra ciudad otras cofradías de Gloria cuya historia -tengamos por seguro- no nos dejan indiferentes. En muchos de los casos su mirada interior invita a viajar en el tiempo -acompañado con ese sabor añejo y de misterio- a esas raíces legendarias y profundas de aquella Cartagena devota y religiosa de siglos ha.

Este es el caso del legado histórico y espiritual que nos regala la Cofradía de San Ginés de la Jara (siglo XVI o anterior), la cual sin obviar ‘otrora’ concepción medieval nos habla -con sus lagunas en el tiempo- como la más antigua en activo de toda la ciudad. No es motivo de estas líneas profundizar en estos momentos en su historia, capítulos que desde las antiguas Puertas de San Ginés que daban entrada a Cartagena te conducen de manera recíproca a la incógnita de su monasterio homónimo allá a orillas del Mar Menor. San Ginés tiene mucho que hablar y ya habrá momentos para ir descubriendo la historia de esta figura canonizada en 1541 y nombrada santo patrón de Cartagena en 1677...

Es por ello como desde aquí queremos hacer resaltar los nuevos aires que acontecen en la actualidad a la Cofradía de San Ginés de la Jara de la Ciudad de Cartagena. Joven, dinámica -como gusta denominarse- pero que ante todo, no olvida -y es su deseo- poner en el punto de mira el glorioso pasado de los siglos que la envuelve.

Con Víctor Javier Navarro Iñíguez como su segundo Hermano Mayor en esta última época se ha logrado el hito de recuperar nuestro pasado más reciente. En concreto hablamos de las llamadas ‘Justas Literarias’ cuya primera edición de este certamen tuvo lugar en 1969 y donde han colaborado la Universidad Politécnica, el Ayuntamiento de Cartagena y otras organizaciones. En su modalidad de prosa y verso los trabajos recogidos han versado sobre Cartagena y sus habitantes, así como sobre la figura de San Ginés de la Jara, uno de los principales objetivos a recuperar dentro de su memoria histórica. Concretamente su primer premio dentro de la categoría de poesía ha sido la obra titulada "Exaltación monacal" de Ana Rey Monsalve y en prosa ‘Reflexiones de un molino’ de Pilar Galindo Salmerón, ambas autoras de Cartagena.

También dentro de su Semana Cultural (18 al 24 de abril) la Cofradía no ha querido quedarse atrás en su aspecto más institucional destacando el hermanamiento con la Cofradía del Cristo de los Pescadores de Cabo de Palos y la Agrupación del Cristo de la Misericordia de la Cofradía California. Por su parte debemos reseñar el nombramiento de Hermano de Honor a D. Manuel Martínez Guillén (Hermano Mayor de la Ilustre Cofradía del Santísimo y Real Cristo del Socorro) y como Cofrade de Honor a las Hermanitas de los Pobres.

La recogida de libros dentro de su campaña solidaria también ha sido otros de sus éxitos, con más de doscientas donaciones dirigidas a los más pequeños, todo ello girando en torno a la parroquia de San Ginés, de la que es párroco el Padre Lazaro Gomariz López.

Tan solo dirigir desde aquí nuestra más sincera felicitación hacia todos los hermanos de dicha Cofradía, una enhorabuena que va ligada a su vez a todos aquellos que antes que ellos hicieron patente la realidad de este gran sueño. Sueño que dirigiendo la mirada a un abandonado monasterio a orillas del Mar Menor nos habla de siglos y siglos de una maravillosa historia aún por descubrir  y por qué no, vivir en primera persona...


 

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