Jueves, Julio 04, 2024
   
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Mi padre, mi historia

Mi padre trabajó como funcionario de prisiones más de 30 años en la prisión de San Antón. Cuando yo era niño me contaba historias, como cuando charlaba durante horas con presos políticos, me contaba que eran mucho más cultos que él y le gustaba empaparse de sus ideas transgresoras, y de la esperanza de una España libre, y la ilusión con la que vivieron el decreto de amnistía general de 1977, o de cuando, junto con unos pocos valientes, se atrevieron a fundar en la clandestinidad el primer sindicato de prisiones, mientras me enseñaba orgulloso su carnet con el Nº 5, o el miedo que tuvo el 23F, cuando le hicieron doblar turno, porque si triunfaba el golpe de estado iban a encarcelar a muchísima gente.

 

Historias sobre El Lute o El Vaquilla, ilustre preso al que le gustaba pintar cuadros de paisajes, alguno de los cuales dedicado a mi madre que aún hoy conserva.

 

Me vienen tantos recuerdos de sus historias, que él ya no puede compartir con nadie y son parte de mi legado el poder compartirlas con vosotros, lo que fue la prisión de San Antón para tantas y tantas personas que la vivieron desde dentro, y que no es menos historia de la ciudad de Cartagena que sus fachadas con balcones.

 

La última vez que tuve el placer de visitarla por dentro fue en el 2010 para asistir a la magnifica exposición de arte europeo contemporáneo que organizó Manifiesta 8, que dejó claro que es un lugar idóneo para este tipo de iniciativas, como lo están siendo antiguas cárceles de toda Europa por su singularidad arquitectónica y su significado social y emocional. No quiero ver la prisión de San Antón convertida en un parking privado. Quiero, en un futuro, tener la oportunidad de poder pasar con mi hijo de la mano y poder decirle: 'Mira hijo, en este lugar tu abuelo Matías hizo cosas importantes.'

 

'Vendida la cárcel, vendido usted'

Por la cárcel de San Antón pasaron miles de reclusos entre los que se hallaban presos de la postguerra, presos políticos que habían defendido la República Española y la Democracia con su vida. Sus señoras esposas, que tuvieron que hacer miles de tretas y favores innombrables para poder hacerles llegar a sus maridos presos algunos mendrugos de pan y algún pedazo de chocolate en Navidad, también pasaron por lo más oscuro de esta cárcel.

Toda esta gente,  y la que no consiguió salir con vida de la guerra, habían estado convencidos de que la res-pública, el Estado de Derecho y las leyes por las libertades prosperarían algún día por el bien de todos.

Ahora ya no son los militares fascistas los que nos gobiernan, y en teoría, y parece que solo en teoría, las instituciones deben actuar en beneficio de la población.

Señor alcalde, no es sólo que le debamos al barrio de San Antón y a los cartageneros la cárcel para el disfrute y supervivencia del barrio, no es solamente  que queramos hacer  teatro y cine, deportes, talleres y exposiciones, un albergue juvenil, un centro multicultural, que tanta falta le hace a esta ciudad. No es sólo eso. Tampoco es cuestión de dinero, que sobradamente ha demostrado que para lo que usted desea sí lo hay. No es que se lo “debamos” a los represaliados por una dictadura, porque ellos y ellas ya lo ganaron, ya es suyo, la razón está con ellos. Lo que tenemos que hacer es devolverle lo que por justicia les corresponde. Si los vecinos han tenido posibilidad de votarle a usted, recuerde siempre a aquellos que lucharon para que hubiera urnas en las calles y no tricornios.

Devolver a quien corresponde su memoria y dignidad, señor alcalde, no se hace dejando paso al mejor postor que para más inri, es colega.

Usted sabía de antemano, como alcalde y concejal de urbanismo que es, porque ya se encarga el Ministerio de informarle con tiempo, de la subasta que se ha llevado a cabo y que ha dejado en manos de un hospital privado uno de nuestros edificios emblemáticos más queridos.

Usted, como alcalde, debería saber que partir la tarta según sus preferencias, antojos y planes de futuro tiene como consecuencia no sólo la pérdida de votos, sino la pérdida de toda legitimidad.

Usted nunca pedirá perdón por esta metida de pata tan terrible, le pedirá un “trocito” de parcela a su amigo Mondéjar para satisfacer alguna que otra actividad vecinal y seguirá durmiendo tan tranquilo pensando que habrá sido una solución maravillosa.

El edificio arreglado, treinta plazas de parking aquí, este tabique va fuera, aquí una sala de espera, hilo musical tranquilizante, nos falta una estatua, nene llama al que hizo la del puerto que tenemos canal y la sacamos a buen precio, por allá un despacho oval, tapa el letrero ese que no se note que esto es una cárcel que esta feo, nene algo me dice que estas rejas no pegan con el color de mis ojos así que dales viaje, dile al pobre del otro día de los cartones que venga a por ellas para venderlas al peso y así de paso hacemos obra de caridad, manda una nota de prensa a los medios con eso, y reserve usted la sala de reuniones enviando un email a Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla en horario de atención al súbdito, de lunes a viernes y de nueve a dos, presentando la instancia modelo con todos los pormenores de la ocurrencia populacha que desea realizar el plebeyo.

Y así se venden los países, así se vende lo público, el patrimonio, los hospitales, los colegios, las carreteras, las plazas y las calles… así nos gobiernan las grandes empresas… trocito a trocito, bocado a bocado… algo tan triste como habitual que apenas nos damos cuenta en Cartagena de que sigue gobernando la derecha, el fajo de billetes y el interés por el culo propio. Y lo público se vuelve privado, cerrado, robado, subastado… y es ahora que hace dos años, cuando votamos, creímos estar salvando la ciudad y lo que hacíamos era abrir paso a otras amistades, menos conocidas, aunque igual de peligrosas

 

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