Jueves, Julio 04, 2024
   
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Seguimos educando para un mundo que no existe

‘La LOMCE mira más al siglo XIX que al Siglo XXI’
Este miércoles hemos tenido la última huelga en el sector de enseñanza, con un seguimiento masivo de los alumnos, sobre todo en 3º y 4º de ESO y Bachillerato.

Esta vez la protesta iba dirigida a las pruebas finales (las reválidas al final de la ESO y del Bachillerato), y aunque una disposición transitoria indica que este curso no van a tener efectos académicos, las prueba de ESO y de Bachillerato sólo van a servir a efectos del acceso a la Universidad, lo cual no es poco. Preocupa sobre todo esta última, porque a estas alturas del curso, los alumnos no saben con certeza de qué contenidos y materias deberán examinarse en la prueba final, máxime cuando está previsto que entren obligatoriamente algunas materias de 1º de Bachillerato que algunos no han cursado. Es el caso de los alumnos que repiten segundo con algunas materias no superadas, a estas alturas de curso no saben si les va a perjudicar, y en qué sentido, sí les va a penalizar recuperarlas por el plan de estudios LOE, sin clases presenciales. Los que han optado por cursarlas por el plan de estudios LOMCE han sido “más o menos penalizados”, según la suerte que hayan tenido entre la conexión y equivalencias entre ambos planes de estudios.

Tal es el caos, que muchos estudiantes han optado por realizar un número superior de materias al que le corresponde -les han cambiado las reglas del juego con el partido iniciado- y en estos casos el desánimo y la falta de motivación les puede llevar a un fracaso educativo inducido.

La obsesión por la repetición sin más, o por calificar y segregar a los alumnos desde los niveles más bajos, fomenta un fracaso temprano, dentro de la propia ESO, tratando de sacar continuamente alumnos del currículo ordinario hacia vías casi muertas en las que es muy difícil el retorno, desvíos hacia una Formación Profesional Básica masificada y desprestigiada. Alumnos que no tienen la posibilidad de poder seguir el itinerario de su interés en 4º de ESO, por no disponer el centro de plazas suficientes, o simplemente no tienen claro el itinerario a seguir, son “obligados” a realizar esta elección incluso forzosa en algunos casos, que inevitablemente les lleva, aunque se haya prescindido de los efectos académicos, a optar por la Formación Profesional o incluso por determinadas modalidades del Bachillerato no deseados.

Las desregulación de las pruebas finales y el caos del inicio del curso, son solo la punta del iceberg de un sistema educativo que mira más hacia el siglo XIX que al siglo XXI, seguimos educando para un mundo que no existe. Pretender el mantenimiento de unas enseñanzas esencialmente memorísticas, en aulas con ratios elevadas, aplicando metodologías desfasadas, estableciendo y publicando ranking entre centros, potenciando la enseñanza individualizada en la que prima más la capacidad económica de los padres que las capacidades del alumno, es ignorar o lo que es peor, alterar significativamente el concepto de educación, para cambiar la misma naturaleza de la democracia.

El modelo actual de enseñanza marcó un hito al inicio de la era industrial. Con medidas mucho más positivas que las establecidas en la LOMCE sirvió para avanzar significativamente: llevó por vez primera en la historia a amplias capas sociales a obtener titulaciones superiores, sin embargo hoy es totalmente ineficaz para mantener y avanzar en el progreso social.


Hoy en día vivimos otra revolución distinta, desde el impulso de las nuevas tecnologías, los programas informáticos están sustituyendo a las destrezas cognitivas rutinarias. Somos incapaces de predecir los avances científico-tecnológicos en un periodo relativamente corto y por lo tanto no damos una respuesta eficaz de la educación, a un mundo que cambia con una velocidad exponencial, a un mundo donde almacenar información sin más, carece de sentido, un mundo en el que las personas deben adaptarse y resolver los problemas desde un trabajo cooperativo e integrador en el que participemos todos.

Las titulaciones universitarias siguen teniendo un valor apreciable pero ya no son la panacea. Hemos pasado casi sin darnos cuenta de un mundo de certeza, en el que la formación solía tener conexión con el desempeño de una labor profesional -tenías una profesión y te podías jubilar ejerciéndola con algunas adaptaciones-, a un mundo de incertidumbre, en el que el talento, la capacidad para adaptarse con rapidez a nuevos retos y la resolución de problemas priman más. La educación se debe concebir como la potenciación de las capacidades de cada individuo, el empoderamiento, desde el convencimiento de que hay que proporcionar a los niños las herramientas necesarias para que sientan la responsabilidad de que deben liderar el futuro, en un proyecto social y educativo diverso en el que tengan cabida todos.

La política educativa de la Región de Murcia carece de unos objetivos educativos consolidados en evidencias científicas, la apuesta por la competencia entre centros en vez de la colaboración entre ellos es una maldad, la innovación prácticamente brilla por su ausencia, el desprecio a la aportación de la comunidad educativa es significativo, los modelos de formación y la selección del profesorado obedecen a ese modelo decimonónico, el potencial de cada docente apenas se aprovecha porque no existen conexiones suficientes capaces de integrar el pensamiento cooperativo. El sistema social implantado, lejos de favorecer el talento, lo exilia, y el sistema educativo lejos de ser la solución sirve de freno al avance social y productivo que se requiere.

 

Pedrito quiere ser carthaginés ilergete

Pedrito es mi sobrino-nieto, nieto de mi hermano mayor. Tiene ahora cuatro años y lo he conocido en el 2011. A él no le quedó muy claro quien era yo, salvo que estaba mucho con su abuelito y otros titos y que nos reíamos mucho juntos.

El segundo año que volvimos a vernos (2012), con motivo de las Fiestas de Carthagineses y Romanos, ya entendía un poco más quien era yo, y además le fascinaba mi barba, me hablaba de cualquier cosa y atropellado, sin dejar de mirar con profundidad mi espesa pelambrera. Sabía que yo era un guerrero dartaginés, pero me decía que le gustaban más los romanos (y de hecho tiene un traje de romano) y que los carthagineses éramos los malos.

Con esto, conseguía que discutiera con él sobre este tema, para intentar convencerlo de que dejara de ser un romano y se hiciera Cartaginés… ¡¡tenía que ser ilergete!! como el tito Antonio (que soy yo), para que así pudiera defender a Cartagena de la invasión de los romanos que nos querían matar a todos. Y parece ser, que al decirle esto sus ideas sobre los romanos iban cambiando de aspecto y se iba inclinando un poco más hacia el lado de los que defendían a Cartagena: los carthagineses.

Pasan los días y acaban las fiestas. Yo me rasuro la barba por una decisión concreta con los compañeros de mi Tropa. Y justo al día siguiente, me encuentro de nuevo con él, que se queda perplejo al verme sin la barba, totalmente desconocido para él. Y le tuve que explicar que… durante la batalla contra los romanos, éstos me mataron y estando en el suelo, me cortaron la barba en señal de victoria (yo no participé en la batalla, pero había que contarle el por qué me faltaba la barba), y que después me habían llevado a un Hospital, donde pudieron ‘revivirme’, pero que me quedé sin la barba…

Se marchó con su madre para casa, y en el trayecto en coche, la madre nota que Pedrito va muy serio, muy pensativo, y mirando fijamente a través del cristal de la ventanilla, algo no muy normal porque suele ir jugando o hablando con mamá. Entonces ella le pregunta…

- “¿Qué te pasa, Pedrito, que vas tan callado…? Cuéntame que te pasa, anda…”
- “Mamá, el abuelito y el tito Antonio, me… me… me han contado que… que… que los romanos…… lo mataron en la batalla de la guerra y que le… le… le cortaron la barba. Y después se… se… se lo llevaron en una camilla a un Hospital y… ¡lo revivieron, pero sin la barba!”.
- “Bueno, pero ya has visto que el tito Antonio está bien y que está con el abuelito hablando de sus cosas, del futbol y todo eso… No te preocupes más. Ya verás como le crece otra vez.”

Siguió un rato más en silencio, pensativo y mirando por la ventanilla, y de pronto le dijo a la madre…

- ¡Pos… pos… pos ya no quiero ser romano… ahora quiero… quiero… ummmm… quiero… quiero ser carthaginés pa matar a… a… a los romanos que mataron al Tito Antonio y… y… y… y pa que no entren en Cartagena”.

A mi sobrina –su madre- se le abrieron los ojos de par en par y lo miró a través del espejo retrovisor, y lo que vio fue a un niño que había tomado una decisión: quería ser carthaginés para defender a ‘su’ Cartagena de los romanos y para matar a aquellos que le habían matado a su Tito Antonio y le habían cortado la barba.

Cuando hablo con él, siempre hablamos del tema de los Carthagineses y Romanos, y como quiere hacer para estar en la batalla y buscar “a los romanos malos que me mataron”. Y creo que a este sobrino-nieto mío, con 4 años que tiene, ya le corre la sangre guerrera carthaginesa por las venas para que, llegado el momento, luchar contra los romanos y buscar ‘esa venganza’ que tiene pendiente. Ojalá cuando tenga la edad suficiente para poder ser un protagonista más de estas fiestas, lo viva como lo viven todos sus participantes y sea un verdadero guerrero ilergete.




 

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