Para hacer esta muralla… juntemos todas las manos

Apenas había pasado poco más de un cuarto de siglo desde que Cartagena se había echado un pulso contra España y lo había perdido. La ciudad había quedado devastada. De los 1.900 edificios con que contaba tan solo 27 salieron indemnes de la aventura. Estamos a principios del siglo XX y gracias a la riqueza mineral de la sierra de San Ginés una nueva Cartagena se levanta con orgullo, con el mismo con el que tantas veces se había levantado otras veces a lo largo de la historia.

Cabe pensar que tras la experiencia del Cantón se viera conveniente desmontar parte del sistema defensivo de la primera plaza militar de España y hacerla más asequible en caso de repetirse situaciones parecidas a las vividas por cuatro veces en el siglo anterior -1.810,1.823, 1.844 y 1873-  en las que las murallas y el sistema defensivo mantuvieron a raya durante semanas a los ejércitos sitiadores mandados por los diferentes gobiernos.

Se dio como inútil militarmente al Castillo de los Moros el 21 de noviembre de 1901 por Real Decreto. Tras 123 años de servicio, la jubilación de la piedra angular de la defensa de la ciudad, el castillo del Atalaya, vendría veinte años más tarde.

Pero era la muralla que ceñía la ciudad la que de verdad molestaba, ya fuera por lo expuesto o por la oportunidad de negocio de los especuladores que vieron en el ensanche de la ciudad la ocasión ideal de hacer buenos negocios.

Y así se demolieron muchos metros de muralla en pos del progreso y el ensanche de la ciudad, llevándose por delante todo el frente norte, la muralla de tierra junto con las tres puertas monumentales que daban acceso a la ciudad amurallada, las de Madrid, las del Puerto y las de San José.

Al máximo artífice de esta proeza, auténtico atentado contra el patrimonio, se le premió en el recuerdo poniéndole su nombre a una calle que parte desde el mismo sitio donde en 1.901 se presidió el derribo de la muralla, es decir, el Parque de Artillería. A esto le siguieron en 1.902 las puertas de Madrid.
Cuatro años más tarde, Ángel Bruna moriría, continuando su obra los alcaldes posteriores hasta finalizar en 1.916 con el derribo de las puertas del Muelle y de San José.

Afortunadamente quedó el pie la Muralla del Mar, que enlazaba con la de tierra que da a Levante, que desapareció de donde estaban las Puertas de San José. Poco más adelante aparecerió nuevamente la muralla rodeando el cerro de San José, en cuya cima las ruinas del fuerte caballero que las protegía clama atención y justicia. Y más adelante… de muralla, nada.

Sin embargo, la que posiblemente fuera la muralla más larga de España con casi cinco kilómetros, también rodeaba al Arsenal y gracias a ello siguió “en activo”. Esta muralla que parte del puente de la rambla de Benipila discurre por más de dos kilómetros para morir en los muros del castillo de Galeras. Su estado no es el mejor en muchos tramos, pero sí  que guarda su fisionomía original, con merlones y cañoneras y varios baluartes. La Muralla de Poniente es un tesoro desconocido pendiente de ser reconocido y puesto en valor, la limpieza y apertura de un sendero de subida al castillo, transitando por sus adarves y baluartes es un atractivo turístico más que enriquece la inmensa oferta del municipio.
Parte del recorrido ha de hacerse al pie de la muralla, por razones de seguridad nacional.

Pero esta no es la única idea que quiero aportar para, de alguna manera, remediar el desafortunado trato que le hemos dado a este monumento.

Cartagena puede volver a ser una ciudad amurallada, su centro histórico puede volver a estar ceñido por los muros que la hicieron inexpugnable. La idea no es nueva, ya se ha hecho en Berlín por ejemplo, e incluso aquí, en Cartagena. El botón de muestra lo tenemos en la antigua plaza de la lonja, frente a las puertas del Parque de Artillería, allí en el suelo se dibuja el contorno que tuvieron las defensas, bien es cierto que un poco más de contraste de color entre los materiales hubiera sido deseable para, utilizando el Google Maps poder apreciarlo con más detalle, sin embargo es bien útil para imaginar la proposición que quiero aportar. Se trata de un “trampantojo” en el que en la piel de la ciudad volviera a salir dibujado el contorno que tuvieron sus muros. Esto no solo sería visible desde el satélite, sino que sería palpable a pie, haciendo que los ciudadanos tomasen consciencia de la magnitud de aquella obra. Pero además este gran dibujo, sería la línea que delimitaría el casco histórico, casco histórico declarado BIC, y del que no hace mucho se olvidaron de su condición los responsables de guardar y preservar nuestro Patrimonio, convirtiendo al centro histórico de Cartagena en el más castigado y destruido en España desde el final de la Guerra Civil.

Resucitar nuestra historia es cosa de todos, tan solo el conocimiento de nuestras cosas nos puede llevar a amarlas primero y protegerlas después, ponerlas a trabajar será el siguiente paso, pero solo el amor y el respeto a nuestro patrimonio pueden hacer de todos estos monumentos olvidados una fuente de riqueza inimaginable. En nuestras manos está. ¡Hagámoslo posible!

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