Navegando por tu cielo
Navegando por su Cielo,
e inventando con sus pies otra vida,
su mejilla, sembrada de arrugas de paciencia,
sentía una, pegada junto a la de su amada;
navegando por su cielo esclavo del recuerdo,
se dejaba llevar tranquilo
con la calma del que sabe - sabio de la nada -
que la muerte le acompaña.
Son sus días lienzos vacíos pintados de miradas;
mares soñados sin azules con olas esperando
los vientos movidos por la fuerza del corazón;
sus noches campos esquilmados,
donde escapar parece imposible,
donde llegar sin rumbo ni destino
a otro final que parece principio…
principio de todo lo no pedido.
Navegando por su cielo,
dejando atrás los vendavales de la indiferencia,
vuela el que ama
con la mirada colgada en el mañana,
arrastrando, ahogado de la pena,
el recuerdo de su amada,
desdibujado aquella tarde de otoño
donde sus ojos, candilejas de vida e ilusión,
se cerraron para siempre,
dejando un beso perdido, un gesto callado…
un silencio que lo invade.
El Himno del nuevo día
Perdidos entre los escombros de la vida
vamos recogiendo los restos que nos van quedando;
perdidos entre el espanto de la muerte
vamos construyendo –acaso sin saberlo-
otro momento para llamarlo mañana.
Cesaron los trinos y las campanas tañeron
casi llorando a tragedia y desconsuelo;
solas quedaron las godetias y pensamientos,
solas las gardenias y el clavel del poeta.
¿Donde mirar que una pena no encontrar?
¿Dónde acudir sin un lamento recibir?
¿Dime donde una sonrisa, una esperanza,
una ilusión indemne escapada de la desgracia?
Son momentos de desconcierto
dejados por los arrebatos de la tierra
que a nuestros pies se despereza;
corazones sobrecogidos escondidos en un puño;
voces que callan y esperan
otro silencio partido por un rugido que hiela.
¡Calla! ¡Calla!
calla que oiga la vida,
que quiero sentir su alegría,
que quiero convertir la paz del silencio
en el Himno del nuevo día.
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