Ocaso no vivido
Siento el frío de tu silencio,
serpiente que agita las entrañas
robando la paz del ocaso no vivido;
siento la pena que te llenó de desconsuelo,
el llanto, que quiere hacerse palabra
y gritar al mar otra vez porqué;
siento tus manos suaves y alargadas
queriendo tocar y acariciar…
implorando otro roce que lleve vida,
suspirando, en un gesto pintado de misericordia,
que te haga despertar.
Siento que tus ojos ven lo que ya no está;
que tu alma vestida de amargura muere,
en voluntario sacrificio
abrazada a la muerte que se aleja;
¡maldita muerte que me arrancas la vida,
que me dejas viva, que te marchas sin verme!.
Cerraste los ojos y un mundo gris
se inventó para ti;
sin aromas, sin ruidos, sin miradas ni caricias;
sin llantos de emoción, sin palabras…
Un mundo gris que llega y espera
el aliento del amor que tras aquél ocaso no vivido
y vestido de eternidad,
para siempre contigo quiero creer… estará.
Persiguiendo derrotas
Desde este mar donde los silencios,
arrebatados y empujándose me atropellan,
donde tu recuerdo me llega y me llama;
donde tu figura se hace todo
y ese todo se esfuma como la nada.
Desde este mar de preguntas sin respuestas,
triste paisaje que ha perdido su melodía,
como tú la sombra de tu risa,
el calor de tu mirada, la magia de tu verdad.
En esta atalaya de profunda soledad
donde el mar no sabe a sal,
y donde el cielo busca su azul,
yo espero, como siempre espero,
relamiendo mis lágrimas,
ver tu barco alejarse persiguiendo su derrota
sin poderlo evitar.
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